Es cierto que los tiempos han cambiado y que tenemos nuevas cosas a las que temerles, nuevas preocupaciones, nuevas libertades y responsabilidades. En la época del Dr. Bach la gente no le tenía miedo al Sida y la guerra nuclear, o preocupación sobre el calentamiento global o campañas contra la ingeniería genética.
¿Quiere decir esto que necesitamos nuevos remedios? No lo creemos, porque los remedios no tratan con los disparadores de nuestras emociones sino las emociones mismas. El miedo sigue siendo igual que ha sido siempre; y así el amor, la comprensión y la gentileza. No creemos que nuestras emociones son de alguna manera más complejas que las de Shakespeare o de Da Vinci, o de Cervantes o de Dante.
También vale la pena hacer notar que muchas de las mejores cosas sobre la nueva era espiritual son de hecho renacimientos de creencias y prácticas antiguas. Esto nos acerca más a nuestras raíces y nos recuerdan nuestra relación con el mundo, la naturaleza y Dios. Los remedios se pueden ver en este contexto no como algo de alguna manera anticuado, pero como algo intemporal y que se renueva eternamente.
Los remedios nos ponen en contacto con nuestro ser supremo espiritual y de esta manera nos brinda la libertad de desarrollarnos a nuestro propio ritmo, cualquiera que éste sea, en perfecta libertad de la avaricia de nuestro ego para alcanzar la iluminación.